miércoles, 5 de marzo de 2014

Un pellizco...

Fue un día cualquiera, frente al ordenador, delineando los planos de un expediente que no recuerdo, fue entonces cuando lo sentí...
Un pellizco ligero y sutil, casi casi, imperceptible.
Sonaba de fondo un programa de radio en el que se contaban experiencias personales sobre emprendimiento. Parecía interesante, así que, le presté atención.
Mientras colocaba puntos de luz, o dibujaba tuberías en ese plano que no recuerdo, iba escuchando el relato de este hombre, que un buen día decidió "recalcular su ruta".

Erase que se era, un abogado que trabajaba en su bufete. Trabajaba duro y el despacho funcionaba fenomenal. Un buen día, llegó a su mesa un caso en forma de carpeta. Mientras lo ojeaba, se sintió triste. Se trataba de la declaración en ruina de un negocio que él conocía bien. Era un obrador de los de toda la vida en el que se hacían unos estupendos dulces, ¿como podía ser que el negocio se hubiera ido a pique?

Después de mucho pensar y reflexionar decidió actuar.
No gestionaría ese expediente de ruina.
Había decidido hacer algo que le rondaba por la cabeza desde hacía algún tiempo.
"Hacer cosas con sus manos".
Dejó su bufete, para consternación de los suyos, que no podían entender como un profesional reconocido podía dar un cambio tan radical y arriesgado, y se puso el delantal...
Del despacho al obrador.
Como Llongueras, de la ducha a la calle, sin anestesia ni nada.
Se sentía feliz, las ideas se le agolpaban en su cabeza. Tenía que conseguir reflotar el negocio y poner en valor la mayor fortaleza de la pastelería... un producto tradicional y de calidad extraordinaria.
Tras años de esfuerzo y aprendizaje, el abogado que decidió dar un golpe de timón, consiguió que los hornos siguieran funcionando y ahora exporta sus productos delicatessen muy muy lejos. Ahora se pueden degustar sus delicias incluso en Nueva York.

Cuando acabó el programa, una sonrisa se dibujó en mi cara... un pellizco, suave, suave... y seguí colocando enchufes, o calculando vigas de ese expediente que no recuerdo...
Era una historia bonita, pero no era para mí. Yo nunca he tenido alma de empresaria. Yo no. Yo seguiría en el Estudio, haciendo lo que sabía hacer, para lo que había estudiado.
Y así fue, y así pasaron los años y llegó la maternidad, y todo encajó como se pudo, pero el horizonte se iba enturbiando, y el tsunami de la crisis se llevó por delante el sector de la construcción y con él otros muchos...
¿Y ahora qué?

Dando un largo paseo, decidí con mi marido que teníamos que "recalcular la ruta", y fue entonces cuando la historia del abogado volvió a mi cabeza. 
Es curioso lo que almacenamos en el disco duro.
Eso sí, necesitaría un tiempo para descubrir que "hornearía" en mi nueva vida.
¿Cuales serían mis delicatessen?
No lo sabía, sólo tenía claro que no había marcha atrás.
Volvimos a Extremadura, al pueblo.
Era dónde queríamos ver crecer a nuestras hijas, cerca de la familia.
Después de hacer cursos de formación, de redactar un plan de empresa muy meditado, de incluir en el proyecto a mi hermana pequeña, después de muchos tropiezos y dificultades... lo hemos conseguido.
Ya no dibujo instalaciones de expedientes que no recuerdo. Me he convertido en  "dibujanta".
No quiero mentir, es muy duro emprender y cualquiera que haya hecho el esfuerzo de montar una empresa lo sabe. Pero me siento muy satisfecha con lo que hago y espero poder disfrutarlo muchos años.

¡Ánimo!
A todas las personas que tienen la valentía de "recalcular su ruta", a nivel profesional o personal.
A veces no es más que pereza lo que nos impide reaccionar.

Y como todo empezó con la radio... aquí os dejo esta entrevista, que versa precisamente sobre la motivación para emprender, creo que sale hablando una dibujanta...je je

Pero ojo, si la escuchas que sepas que te arriesgas a sentir... el pellizquito...






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